India, a raíz de la considerable heterogeneidad climática y geomorfológica, de la abigarrada variedad étinica, de de la amplia variedad de culturas y religiones y de la falta de homogeneidad socioeconómica que la caracterizan, parece haber alcanzado con suceso una regla que hizo que los grandes imperios lograran ser grandes: es decir, aquella del mantenimento de la unidad en la diversidad. El “milagro” de la unidad nacional de la India no se debe solamente a la ordenación constitucional y a la forma de gobierno federal que la populosa península eurasiática se ha dado después de la independencia de 1947, y tampoco porque la Unión pueda ser considerada la “más grande democracia del mundo”, según recitaba un trillado eslogan de hace algún tiempo.
La conservación de la unidad en un sistema nacional así compuesto y denso de tensiones se podría explicar, sin embargo, con mayor eficacia, además que por medio de una específica cultura de gobierno, bien sedimentada entre las élites intelectuales y políticas del país, también por el equilibrio que se ha instaurado en las líneas de fuerza que determinan el cuadro geopolítico asiático y aquellas relativas a la expansión occidental en la masa eurasiática.
Por lo que concierne la peculiar cultura de gobierno, con frecuencia definida como “laica” y “secular” en virtud del carácter tolerante por ella manifestada “ y a pesar de la “corrección”aportada en la Constitución de 1976 que define la India como república democrática y soberana), es necesario referirse a las grandes, diversas y duraderas tradiciones –desde la hinduista, a la budista y a la islámica- que han caracterizado a toda la historia de India, más bien que a la concepción democrática importada por Occidente.
Este tipo de orientación, fundamentalmente basado en un original principio del equilibrio de potencia eurasiático, ha permitido a India salvaguardar, aún entre muchas dificultades económicas y sociales y empujes centrífugos, la unidad del país, además de expresar un cierto nivel de independencia en las elecciones estratégicas de fondo, como, por ejemplo, aquellas que conciernen la energía nuclear, los armamentos, la industria aerospacial y la potenciación de la marina civil y militar. Durante su joven existencia, la Unión ha atravesado con mucha capacidad de adaptación los diversos contextos geopolíticos, logrando siemppre captar los márgenes de maniobra útiles para confirmar su propia autonomía. Durante la fase bipolar, considerada por la clase dirigente de la India como la larga era de la descolonización, Nueva Delhi, no obstante constituía junto con Moscú un sólido eje motivado por la percepción terrestre de la amenaza, particularmente representada por Pequín y Islamabad, destacó su propia independencia de la lógica de los dos bloques, simbólica y prácticamente, sea adhiriendo al movimento de los países no alineados, sea renunciando al Tratado de no proliferación nuclear. Durante el transcurso del “momento unipolar”, la India adoptó la doctrina de los círculos concéntricos propuesta por el ministro Gujral. Esta propuesta, basada en la cooperación regional sobre la valoración de la propia autonomía y sobre el vigoroso crecimiento económico e industrial de aquellos años, le permite a la India sobresalir como actor hegemónico en Asia meridional. Actualmente, en un contexto decididamente multipolar o, según la definición de algunos analistas, policéntrico, la percepción terrestre de la amenaza y la dimensión oceánica todavía parecen constituir las coordenadas dentro de las cuales Nueva Delhi actúa una propia geopolítica. Esta última, que aproximadamente incluye la doctrina Gujral, aspira dotar a la India de un status de potencia no sólo regional, sino sobre todo global. Esta doctrina se expresa en por lo menos cuatro ámbitos principales que respectivamente conciernen el tablero regional, el sureste y Oriente, el área del Golfo y las directrices sur-sur que interesan, además de India, también África y América del Sur. Además de estos cuatro ámbitos que se han bosquejado, sinérgicamente encaminados a ratificar la autonomía de la India en el escenario mundial, hay que añadir también las alianzas estratégicas que Nueva Delhi está estrechando con Moscú y, últimamente, también con Pequín, para el conseguimento de la estabilidad en Asia central.
Por lo que respecta el tablero regional, y a pesar de la guerra en Afghanistán y las difíciles relaciones con Pakistán y Bangladesh, India, mediante una visión política de negociación bilateral con los países del área, reunidos en la Asociación de Asia meridional para la Cooperación Regional ( Bangladesh, Bhutan, Maldivas, Nepal, Pakistán, Sri Lanka, Afganistán), en pocos años ha cobrado un rol importante que la muestra como candidato para desempeñar la función de eje en toda la zona. Para la consolidación del propio potencial geopolítico, India tiende a asegurarse amistades a Oriente y en el sureste asiático que sean estables y estratégicas, fundadas en la recíproca conveniencia. Los países hacia los cuales Nueva Delhi dirige su atención son, en particular, Indonesia y Japón. Su amistad con Jakarta y con Tokyo que, como todos saben, respectivamente respaldan los programas espaciales y el desarrollo industrial de la Unión, para Nueva Delhi constituye una especie de dispositivo geopolítico con respecto a las fluctuantes relaciones que mantiene con Pequín.
Hacia el oeste, sin embargo, India parece querer jugar la carta de la cooperación. India, necesitada de suministros energéticos útiles para el desarrollo y la potenciación de su industria, mantiene relaciones importantes con el Consejo de Cooperación del Golfo, el cual reúne a Arabia Saudita, Oman, Kuwait, Bahrain, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, y con la República islámica de Irán. Presentándose como un candidato interlocutor indispensabile y un buen cliente para los países del Golfo, se ha garantizado una vía de expansión hacia occidente. Vale la pena hacer notar que si la relación entre Nueva Delhi y Teherán asume un significado geopolítico de importancia fundamental en el marco de la estrategia de contención de Pakistán, lo mismo se podría revelar, en el medio plazo, problemático para las relaciones con Tel Aviv y, además, podría ser instrumentalizada por Washington, en el caso de que India asumiera posiciones proeurasiáticas con respecto a la cuestión nuclear iraní.
En el ámbito de la Cooperación sur-sur, Nueva Delhi en los últimos diez años ha construído sólidas relaciones con Brasilia y Pretoria, entrando en competición, bajo algunos aspectos, también con China. Considerando las estrechas relaciones indoaustralianas y la importancia de la península de la India en el homónimo océano, los acuerdos con Brasil y Suráfrica, en la que India es también socio del Forum IBSA (India, Brasil, Suráfrica), parecen asumir una específica geopolítica, útil para la consolidación del sistema multipolar, el surgimiento de Australia como nuevo actor regional y, finalmente, la consolidación de Nueva Delhi en el escenario mundial.
Los esfuerzos que en la actualidad India lleva adelante para el mantenimiento de su propia autonomía y su propia unidad, además del desarrollo económico industrial, serán en el medio y largo plazo, recompensados sólo si Nueva Delhi basará sus propios intereses geopolíticos en el ámbito de una perspectiva eurasiática y multipolar; esta perspectiva, de hecho, resolvería su elección entre ser una simple potencia regional con aspiraciones internacionales, o bien una potencia mundial con intereses regionales.
* Director de Eurasia – Rivista di studi geopolitici (www.eurasia-rivista.org ) y de la colección Quaderni di geopolitica (Edizioni all’insegna del Veltro), Parma, Italia. Cofundador del Istituto Enrico Mattei di Alti Studi per il Vicino e Medio Oriente, Ha dictado cursos y seminarios de geopolítica en universidades y centros de investigación y análisis. Docente del Istituto per il Commercio Estero (Ministerio de Asuntos Exteriores italiano), dictando cursos en distintos países, como Uzbekistán, Argentina, India, China, Libia.
(Traducido por V. Paglione)